27 May 2016

Noche insomne





















Dime por qué todavía te deseo,
por qué tu nombre vuelve
como el hacha a la herida
en una amarga visitación de medianoche
a la verja de un campo funerario donde las larvas
multiplican húmedas babas,
ese recuento interminable de torpezas.

Dime, desde esa nada donde ahora te atrincheras,
dime por qué me basta componer un mecanismo elemental de sílabas,
discar en el cogollo de la niebla las cifras de tu nombre
para que, solitariamente,
me agobie la esperanza de una menuda migración de dedos por mi pelo,
de una fragrancia en donde habita el musgo.

Lo que más añoro
es respirarte.

pla, pla, pla.


JC y yo.

5 May 2016

El regalo de un clochard

Una plaza de Sevilla. Gente en las mesas, comiendo caracoles. Una fiesta swing en la calle. Un "clandestino", que lo llaman: nos encontramos en un sitio, nos ponemos a bailar. Yo estoy mirando a los demás, en medio de tantos.

Un hombre. Turco. Quemado por el sol. Un clochard. Se acerca. Mucha gente que se aparta. Viene a mí.

—Un cigarro. Me das?
—Yo te lo lío, espera.
—Me compras una cerveza?
—Claro. Voy.


Vuelvo. Con la cerveza.

—Qué te duele? Algo te duele— me dice.
—Me duele el pecho. Me hice daño este finde. Me duele a cada respiro.
—Ponte la mano alli. Repite. Diez veces por lo menos: "Soy bueno. Soy fuerte. No me duele na'."

Yo repito. Él cuenta, entreabriendo los dedos de las manos y mirándolos. Cuenta, para estar seguro de que yo repita lo necesario. Diez veces: "Soy bueno. Soy fuerte. No me duele nada."
 Se va, cerveza en la mano.

Cojo la bici. Mientras pedaleo en la noche, voy repitiendo ese mantra que se me ha pegado al cerebro como una masita pegajosa. Llego a casa. Respiro fuerte. No sé, parece que duele menos.
 —Soy bueno. Soy fuerte. No me duele nada.

Un hombre. Turco. Quemado por el sol. Un clochard.